Año 1996, año en el que un base de apenas 1’80, es elegido en la primera ronda del Draft de la NBA por los Philadelphia 76 en la primera posición de un draft del que salieron otras leyendas como Ray Allen o Kobe Bryant. Puede parecer extraño, pero aquí no voy a hablar de baloncesto, no he venido para eso. Aquí estamos para hablar de uno de los jugadores más influyentes dentro, pero sobre todo, fuera de la cancha. Hablo del mítico Allen Ezail Iverson aka “The Answer”.

Que por qué voy hablar de Iverson en un apartado orientado a la moda? Básicamente, porque influyó a toda una generación de jugadores posteriores a la suya, tanto en la forma de vestir fuera de la pista, como la jerga usada frente a los micrófonos en las ruedas de prensa, e incluso en los movimientos y accesorios dentro y fuera de los estadios. Para poder entender hasta que punto llegó su influencia, la NBA llegó a instaurar un código de vestimenta a raíz de una serie de acontecimientos subidos de tono, pero sobre todo porque los jugadores empezaron a comportarse y a vestir con un estilo con el que los dirigentes de la liga no estaban nada cómodos, un estilo que trajo Iverson, directo desde las calles.

Quizá haya gente que no supiese ni como jugaba ni que posición ocupaba en la cancha, pero desde luego lo que sí recuerdan son las trenzas y su cinta en la cabeza o todo su brazo tatuado y en el otro un manga térmica a juego con el color de la camiseta, por no hablar de su llegada al estadio.
Os pongo en situación, durante toda la década de los 90 no eran muchos los jugadores que se atrevían a desentonar con su vestimenta, cuando llegaban a cada cancha o cuando recibían algún tipo de reconocimiento, ya que tenían a todos los medios de comunicación encima y no querían ser carne de críticas fuera de su juego, por lo que hasta el ascenso de Iverson, el foco mediático de la NBA se centraba solo en lo que ocurría sobre la pista. Cuando Iverson comenzó a ganarse adeptos por su nivel de juego, empezaron a fijarse en el fuera de la pista, y es que a cada pabellón que llegaba aparecía con una cadena al cuello de diamantes, unos pendientes del mismo corte, sumando al conjunto camisetas extra largas, pantalones cagados y una gorra plana o una bandana a juego, es decir, un estilo que perfectamente podría asociarse a cualquier estrella del hip hop de aquella época. Esto, sumado a las respuestas tajantes y alguna que otra fuera de tono en las ruedas de prensa, colocó a Iverson como la auténtica oveja negra de la NBA, un verdadero OG. Algo que a la NBA no le hacía mucha gracia, pero a lo que no le dieron demasiada importancia, hasta que poco a poco empezó a ver cómo los nuevos rookies que iban accediendo a la liga copiaban su estilo dentro de la pista, y fuera. Mismo peinado, mismas mangas térmicas y demás.
Lo que al principio se tomó como un caso aislado empezó a convertirse en una religión.
Ya no había jugador joven que no llevara una una cadena o un reloj que te dejase ciego con el resplandor de los diamantes incrustados. Y lo que empezó a verse solo antes de los partidos, paso a formar parte de todo lo relacionado con la NBA, y es que las entregas de galardones se convirtieron en un desfile de jugadores que lo último que parecía era que iban a recoger un premio. Todo este cúmulo de circunstancias obligó a la NBA a tomar cartas en el asunto, y obligó a todos los jugadores a cumplir con un protocolo de vestimenta basado en la elegancia más absoluta y evitar que asociasen a sus jugadores con gangsters o raperos.
Este cambio insólito nunca se habría dado sin la llegada de Iverson, un jugador que combinó carisma, calidad y carácter tanto dentro como fuera de la pista.
Uno entre un millón, un verdadero pionero del JUEGO. Y es que ya lo dijo una vez:
“No quiero ser Michael Jordan, no quiero ser Larry Bird o Isiah Thomas. No quiero ser como ninguno de esos tipos. Cuando me retire, quiero mirarme al espejo y decir: lo hice a mi manera”.
